A fin de incentivar la vacunación contra el coronavirus y prevenir el avance de la variante Delta, gobiernos alrededor del mundo pusieron en marcha «pases sanitarios» que limitan la posibilidad de circulación de quiénes no están inmunizados con el esquema completo. Pero en muchos lugares, estas medidas despertaron un profundo debate sobre las maneras de conjugar libertad de elección y salud pública.
El pase sanitario y protestas en Europa

En Europa, desde julio está en funcionamiento el denominado «Certificado COVID Digital», que demuestra que el ciudadano cumple con al menos uno de tres requisitos: cuenta con el esquema completo de vacunación, posee alta epidemiológica de Covid-19 o un PCR con resultado negativo. El documento se obtiene de manera gratuita en formato digital o en papel y exime a los europeos de las restricciones a la libre circulación entre países. Además, es aceptado por todos los Estados que conforman la Unión Europea (UE).
Por su parte, el Reino Unido solicita a quienes ingresan al país la prueba de que se encuentran inmunizados con esquema completo mediante el certificado digital emitido por el Servicio Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés). Quienes lo presenten, no necesitan hacer cuarentena de 14 días, incluso si regresan de un país catalogado como «de alto riesgo epidemiológico».
Asimismo, diversos gobiernos implementaron disposiciones al interior de sus fronteras, que limitan el acceso de las personas no vacunadas a diversos espacios públicos y privados. El más duro en este sentido fue el presidente francés Emmanuel Macron, que determinó la obligatoriedad de contar con el esquema completo de vacunación o un test negativo reciente para ingresar a bares, restaurantes y otros lugares de ocio, así como también para viajar en avión o trenes de larga distancia.

La Ley de Medidas para Luchar contra el Covid-19 fue aprobada a comienzos de mes por el Parlamento francés y entrará en vigor el próximo 9 de agosto, luego del pronunciamiento del Consejo Constitucional. Además, a partir del próximo 15 de septiembre la vacunación contra el coronavirus será obligatoria para todo el personal sanitario del país.
Las declaraciones del presidente Macron respecto a la normativa despertaron polémicas: «Esta vez se quedan en casa ustedes, no nosotros», aseguró al referirse a quienes no desean vacunarse contra el coronavirus. Las protestas contra la disposición no se hicieron esperar. El primero de agosto, más de 200.000 personas salieron a las calles para rechazar el pase sanitario y pronunciarse «a favor de la libertad».
«Personalmente, no estoy vacunada y no me vacunaré. Me da igual lo que me prohíban, ir a las tiendas, a la piscina o al cine, no importa. La vida no tiene precio. La libertad es eso, no vacunarse, no ceder al chantaje del Gobierno», aseguró una manifestante a la cadena France24.
Pero Francia no es el único país europeo en el que se registraron protestas: en Suiza, manifestantes marcharon con carteles en los que se podía leer «Mi cuerpo, mi elección, mi libertad», mientras que en Roma hubo varias marchas organizadas tantos por grupos políticos como por propietarios de bares y restaurantes.
El movimiento antivacunas y un debate complejo

Además de las naciones europeas, otros países dispusieron medidas similares para evitar una cuarta ola de contagios. Israel, por ejemplo, implementó un pase sanitario que permite ingresar a ciertos espacios públicos y asistir a eventos masivos a todos aquellos que estén vacunados, cuenten con PCR negativo o con un alta epidemiológica de no más de seis meses de antigüedad.
China, por su parte, introdujo un sistema de «semáforo» hacia finales de 2020, que divide a los ciudadanos en 3 colores a partir de información provista por los usuarios de la aplicación u obtenida a partir de bases de datos e inteligencia artificial. Muchos espacios públicos requieren color verde para poder ingresar. En Estados Unidos, cuatro estados ya implementaron sus propias aplicaciones para demostrar el status de vacunación de cada ciudadano.
Pero más allá de sus similitudes y diferencias, estas disposiciones comparten al menos un objetivo en común: aumentar los niveles de inmunización y luchar contra los movimientos antivacunas, que en algunos países incluyen a porciones importantes de la población. Junto a estas restricciones, múltiples gobiernos también pusieron en marcha incentivos bastante novedosos, que incluyen desde entradas gratis para partidos de futbol o conciertos hasta entrega de dinero en efectivo.
En general, se trata de disposiciones que resultaban impensables dos años atrás, en el mundo pre-pandemia. En el fondo, esconden un debate profundo y complejo: ¿Debería la vacunación estar librada a la decisión individual? ¿O debe ser obligatoria a fin de garantizar el bien común y la salud pública?
«Será muy interesante ver cómo se toleran [los certificados Covid-19], porque en marzo de 2020 nadie pensó que se podría imponer un confinamiento en un país occidental y, sin embargo, eso es exactamente lo que sucedió», aseguró ante la CNN el Dr. Oliver Watson, investigador del Imperial College de Londres.
Afortunadamente, el número de personas que se rehúsan a recibir la vacuna contra el coronavirus cayó notoriamente en los últimos meses. Según una encuesta desarrollada por YouGov en 20 países, en enero de 2021 el 45% de la población señaló que no iba a vacunarse o bien que estaba en duda. Para junio, el porcentaje se redujo a 20%.
Pero el impacto de estas medidas aún está por verse y quizás sea demasiado pronto para elaborar premoniciones. Para el Dr. Watson, el rechazo a la vacunación contra el Covid-19 responde a razones muy diferentes que aquellas que empujan a algunos padres a no vacunar a sus niños contra otras enfermedades, como el sarampión. Asimismo, el incremento de los niveles de adhesión a la vacuna se debe a una multiplicidad de factores, que incluyen el aumento de la cantidad de dosis disponibles y de personas inmunizadas (que convence a quienes tienen dudas) y la gravedad de la pandemia.
«Creo que los programas de vacunas más exitosos parten de comprender que las dudas respecto a las vacunas son distintas al sentimiento anti-vacuna«, señaló en esta línea la Dra. Deepti Gurdasani, epidemióloga de la Queen Mary University de Londres. «Lidiar con estas dudas requiere la participación de la comunidad para entender y abordar las razones detrás de ellas, en lugar de descartar a las personas por ignorantes o egoístas», agregó.
Hasta el momento, los anuncios del presidente Macron provocaron un notorio incremento en las inscripciones para recibir la primera dosis, con más de 3,7 millones de solicitudes en sólo una semana. El desafío por delante, sin embargo, es enorme: según Gurdasani, se necesita inmunizar al 85% de la población para lograr la inmunidad de rebaño y frenar el avance de la variante Delta.