
El domingo por la mañana, casi sin que nadie lo esperase, cientos de cubanos se reunieron en las ciudades de San Antonio de los Baños y Palma Soriano para hacer algo que, hasta el momento, resultaba poco común en la isla: protestar contra el gobierno. La falta de medicinas, alimentos y combustible, junto con la crisis sanitaria y económica agravada por la pandemia, colmaron la paciencia de quienes hace más de 60 años viven bajo el régimen del Partido Comunista nacional y los motivó a salir a las calles.
A diferencia de otras oportunidades, esta vez los manifestantes encontraron en las redes sociales y en internet grandes aliados. Gracias a la viralización de mensajes como «#SOSCuba» «#SOSMatanzas» y «Patria y Vida», el espíritu de protesta se expandió rápidamente y colmó las principales ciudades del país, entre ellas La Habana. Para el final del día, periodistas y corresponsales se referían a las marchas como las más importantes desde 1994, año en que tuvo lugar el histórico «Maleconazo».

Ante la situación, la respuesta del Gobierno estuvo lejos de ser ideal. A las pocas horas de iniciadas las movilizaciones, el secretario general del Partido Comunista y presidente cubano Miguel Díaz-Canel emitió un mensaje por cadena nacional, en el que tildó a los manifestantes de ser «mercenarios al servicio de Estados Unidos» e instó a sus simpatizantes a «defender al país y a la revolución».
«La orden de combate está dada: a la calle los revolucionarios», remarcó el mandatario. «El domingo es el día de descanso de las familias, quisieron alterar la tranquilidad en medio de una pandemia. ¿No es cruel, brutal, genocida? Ante ello, han tenido la respuesta que merecían, como la han tenido en Venezuela», agregó. Conforme pasaron las horas, imágenes de represión policial y detenciones de protestantes comenzaron a circular por internet.
Para ampliar: «¿Qué está pasando en Cuba? Las claves para entender las protestas contra el Gobierno» (Publicado por El País, 13 de julio de 2021).
¿Por qué ahora? Las razones que impulsaron las protestas

Durante el último año, la calidad de vida de los cubanos sufrió un fuerte deterioro debido, entre otras cosas, al azote de la pandemia sobre una economía muy frágil y con altos niveles de informalidad. El país atraviesa hoy la peor crisis de sus últimos 30 años, comparable sólo con la vivida durante la década de 1990 durante el «período especial» que siguió a la caída de la Unión Soviética. Sólo en 2020, la economía se contrajo un 11% y las importaciones cayeron un 40%.
Ante el avance del coronavirus, el turismo – la principal actividad de la isla – se paralizó, provocando escasez de divisas y recortes en los ingresos de una enorme parte de la población. Ello vino acompañado de un aumento constante de los precios, que según economistas de la Universidad Javeriana de Cali podría trepar hasta un 500% y un 900% en los próximos meses.
Como respuesta, el Gobierno implementó una serie de reformas económicas que parecen haber empeorado la situación. Para hacer frente a la falta de liquidez, promovió las tiendas «en monedas libremente convertibles», en las que las personas pueden comprar productos de primera necesidad pagando con monedas en las que la mayoría de los ciudadanos no percibe su sueldo. Además, desde junio las autoridades dejaron de aceptar temporalmente dólares en efectivo, lo que golpeó duramente al inmenso número de cubanos que reciben ingresos desde el exterior enviados por sus familiares emigrantes (las famosas «remesas»).

La crisis económica vino acompañada de escasez de alimentos, remedios, combustible y otros insumos básicos, lo que se vio reflejado en filas de hasta ocho y diez horas en las afueras de los comercios. Los apagones de electricidad se hicieron cada vez más frecuentes e incluso llegaron a reportarse brotes de sarna y otras enfermedades infecciosas.
Como si fuera poco, la situación sanitaria en lo vinculado al coronavirus es grave. Pese a haber controlado la cantidad de casos a principio de 2020, hoy el país atraviesa una tercera ola de contagios con cifras muy altas. El último domingo se reportaron 7000 contagios y 31 muertos, aunque miembros de la oposición denuncian que la situación es mucho peor y que hay regiones al borde del colapso sanitario. De acuerdo a lo informado por corresponsales de BBC Mundo, muchos cubanos aseguran haber visto morir a familiares en sus casas por falta de atención médica.
Asimismo, si bien Cuba lideró el desarrollo de dos vacunas contra el Covid-19 (Soberana y Abdala), la campaña de inmunización avanza con lentitud. Según Our World in Data, hasta el 10 de julio sólo el 26,9% de la población recibió al menos una dosis de la vacuna, mientras que el 16,1% cuenta con el esquema completo.
Para ampliar: «Protestas en Cuba: 3 claves para entender las manifestaciones en la isla, las más grandes en décadas» (Publicado por BBC Mundo, 12 de julio de 2021).
El embargo norteamericano

Ante las protestas, el régimen cubano culpó a Estados Unidos por la crítica situación de «asfixia económica» que atraviesa el país. Desde hace décadas, el país norteamericano implementa una serie de sanciones económicas, financieras y comerciales mediante las cuales restringe la compra y venta de mercancías desde y hacia la isla, así como también las inversiones de compañías estadounidenses. Además, la importación de fármacos e insumos médicos está sujeta a condicionantes.
Cabe señalar que estas medidas también afectan, de manera indirecta, a otros países que sí comercian con Cuba, en tanto no pueden utilizar para ello el dólar americano. A principios de la década de 1990, el Congreso de Estados Unidos aprobó la «Cuban Democracy Act», en dónde se estableció por ley la continuidad de las sanciones mientras el régimen no «avance hacia la democratización» y demuestre «respeto por los derechos humanos fundamentales» de sus ciudadanos.
De manera casi unánime, la comunidad internacional – a través de la Asamblea General de Naciones Unidas – condena año a año el embargo estadounidense, por considerarla una medida coercitiva que afecta directamente a la población cubana sin promover cambios en el régimen gobernante.

Si bien durante la administración Obama las relaciones entre ambos países avanzaron hacia un mayor acercamiento – con el restablecimiento de los vínculos diplomáticos en 2015 – , el Gobierno de Donald Trump actuó en la dirección contraria. El ahora ex mandatario impuso 200 nuevas sanciones contra la isla, que por ahora el actual presidente Joe Biden no ha derogado.
De acuerdo con el informe «Cuba vs. Bloqueo», presentado por el propio régimen cubano ante Naciones Unidas, las medidas generaron daños económicos contra la isla equivalentes a US$125.000 millones a lo largo de más de cinco décadas. Difícilmente, sin embargo, las causas detrás de la crisis que atraviesa el país puedan reducirse a ese único motivo.
«No hay ninguna duda que el embargo económico de EE.UU. a Cuba ha tenido un impacto negativo. Pero los sistemas económicos centralizados no funcionan. El problema en Cuba no es EE.UU.; el problema en Cuba es el gobierno cubano«, remarcó al respecto Andy Gómez, director retirado del Instituto para estudios cubanos y cubano-estadounidenses de la Universidad de Miami. «Es muy fácil seguir echándole la culpa a EE.UU., pero el problema que tienen Miguel Díaz-Canel y Bruno Rodíguez, el ministro de relaciones exteriores, es que el pueblo cubano ya no se cree eso: sabe que la mayoría de los problemas son internos«, añadió.
¿Hacia un cambio de régimen?

¿Podrán las protestas empujar a Cuba hacia un futuro democrático y con bienestar económico? Pese a todo, la respuesta es dudosa. «Aunque me mantengo muy optimista de que ellos (los manifestantes) van a poder, el nivel de represión del gobierno cubano es muy poderoso«, señaló Gómez. «No creo que lo que vimos los cubanos puedan sostenerlo y mantenerlo, por ejemplo, como vimos en Venezuela por semanas y meses. Se está reportando que la represión ha sido tan grande que muchas personas han sido prendidas, llevadas a cárcel, golpeadas…», agregó.
Lo cierto es que, con la salida de Raúl Castro del poder y la llegada de Miguel Díaz-Canel a la presidencia en 2018 ilusionó al pueblo cubano ante posibles reformas y mayores libertades. Estas últimas, cabe resaltar, están en el centro de los actuales reclamos y se concentran en la canción «Patria y Vida», una reformulación del histórico lema «Patria o muerte. Venceremos», acuñado por Fidel Castro en la década de 1960. Sin embargo, nada de esto ocurrió y las esperanzas de muchos quedaron truncas.
Por otro lado, para los demás países de la región las protestas despertaron una luz de alerta. Si la situación en el país caribeño empeora, no se descarta la posibilidad de una nueva crisis migratoria y de «balseros» que intenten ingresar, de manera irregular, a Estados Unidos. Para Washington, esto implica un cambio de análisis y un reconsideración de Cuba como prioridad en su agenda de política exterior y sus vínculos Latinoamérica.
«El problema más grande que se le puede presentar a esta administración del presidente Biden, con todos los problemas que ya tiene, es que Cuba vuelva a decir que el que no quiera estar en Cuba, salga», remarcó Gómez. «Entonces vamos a tener una nueva crisis de balseros, que ya han crecido en números, en un momento en que esta administración está tratando con una crisis migratoria en la frontera entre México y EE.UU», concluyó.