Perú, atrapado entre dos extremos

Si sólo tenés 5 minutos:

  • El domingo, los peruanos acudieron por segunda vez a las urnas para elegir nuevo presidente. Los candidatos fueron Keiko Fujimori (Fuerza Popular) y Pedro Castillo (Perú Libre), quien al momento de cerrar esta nota ganaba por una diferencia ínfima de 0.5 puntos.
  • Perú se encuentra sumergido en la mayor crisis de su historia reciente, que combina el impacto sanitario y económico de la pandemia con un profundo descontento con la clase política.
  • Gane quien gane, el próximo presidente deberá enfrentar un país marcado por un profundo malestar social y una marcada polarización política, que puede incluso poner en juego la estabilidad democrática.

El domingo 6 de junio se llevó adelante en Perú la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que tuvo como protagonistas a la candidata de derecha Keiko Fujimori (Fuerza Popular) y al izquierdista Pedro Castillo (Perú Libre).

Fueron unos comicios marcados por la polarización, en los que los peruanos debieron elegir entre dos populistas ubicados en extremos ideológicos opuestos. Por un lado, la hija del dictador Alberto Fujimori, que gobernó el país entre 1990 y 2000 y que hoy cumple una condena de 25 años por crímenes de lesa humanidad. Por otro, un profesor de primaria y dirigente sindical de orientación marxista en lo económico y conservador en lo social, que se opone a la aprobación del aborto, a la educación sexual en los colegios y al matrimonio homosexual.

Ambos están manchados por la corrupción: Keiko es investigada por el Ministerio Público desde 2018, por presunto lavado de activos provenientes de donaciones de la constructora brasileña Odebrecht para financiar a su partido. Por este motivo, estuvo 13 meses en prisión preventiva y enfrenta un juicio que podría condenarla a 30 años de cárcel. Por su parte, Castillo pertenece a la fuerza política fundada por el exgobernador de Junín, Vladimir Cerrón, afín al chavismo y condenado por corrupción.

Keiko Fujimori, candidata de Unión Popular.

Ante este panorama, muchos peruanos votaron por miedo a lo que el otro candidato representa. Esto explica por qué, durante el día siguiente a las elecciones, los principales medios del país anunciaban un «empate técnico» entre ambos, con una diferencia ínfima de votos.

«A muchos antifujimoristas que creen en el modelo económico de hoy les ha tocado dejar de lado sus posiciones históricas y apoyar a Keiko. Asimismo a otros antifujimoristas les preocupa que las propuestas de Castillo no terminen de mostrar solvencia, pero prefieren esa incertidumbre a que vuelva el fujimorismo», afirmó a Connectas Ana Paula Távara, politóloga de la Universidad Católica del Perú. «Esta es una elección del miedo y es votar contra lo que más le temes, básicamente. Pocas personas están votando a favor de algo«, agregó.

Para ampliar: «Un voto al vacío» (Publicado por Fabiola Chambi en Connectas, junio de 2021).

Contexto pre-electoral: un país marcado por la crisis

Protestas en el distrito de Miraflores (Lima) el 11 de noviembre. Foto: Samantha Hare.

Durante los últimos meses, Perú se vio envuelto en una de las peores crisis de su historia reciente; acompañada por un fuerte descontento con la clase dirigente. Para entender la situación actual es necesario remontarse a noviembre de 2020, cuando el país contó con tres presidentes en una semana y vivió una oleada de protestas masivas protagonizadas por «La Generación del Bicentenario», seguidas de una feroz represión por parte del Gobierno.

En pocas palabras, el 9 de noviembre pasado el entonces presidente Martín Vizcarra fue destituido por el Congreso, que aludió una «imposibilidad moral permanente» para ejercer el cargo. El Ejecutivo fue entonces asumido por el hasta ese momento presidente del Congreso, Manuel Merino, que reprimió duramente las protestas en su contra y provocó la muerte de dos jóvenes.

La violencia obligó a Merino a renunciar y, tras días de acefalía, la presidencia fue ocupada por el congresista del Partido Morado, Francisco Sagasti, que dirigió el país hasta estas últimas elecciones. El malestar con la elite dirigente, sin embargo, continuó durante lo que va de 2021: en la primera vuelta de los comicios presidenciales se presentaron 18 candidatos – lo que evidencia la profunda fragmentación política de la dirigencia – y sólo votó el 70,23% del padrón.

A su vez, quienes pasaron a la segunda vuelta lo hicieron con el porcentaje de votos más bajo desde que el país recuperó su democracia: 15,5% para Castillo y 10,9% para Fujimori. La mayoría (el 18.3% de los votantes) optó por anular el voto y el resto se repartió entre los restantes 16 candidatos.

Para ampliar: «¿Qué está pasando en Perú? Claves para entender la crisis política del país andino» (Publicado por Victoria Brusa en Statu Quo, noviembre de 2020).

Un futuro incierto

Pedro Castillo, candidato de Perú Libre.

Gane quien gane, lo cierto es que Perú enfrenta un futuro marcado por la polarización social y la división política. Para la periodista Fabiola Chambi, la principal preocupación gira en torno a garantizar la integridad del sistema democrático en un país muy afectado por la pandemia y sus múltiples impactos. Ante este contexto, el rol del Congreso será fundamental.

«Hoy más que nunca este nuevo Congreso de la República tiene una responsabilidad muy grande sobre sus hombros», señaló a El Comercio el congresista de la formación ultraderechista Renovación Popular, Jorge Montoya. Sin embargo, la división en el órgano legislativo es muy marcada: el presidente deberá conciliar con 10 facciones políticas que tienen al menos una banca.

Además, al descontento social se suma la violencia en algunas zonas del interior del país, con masacres encabezadas por la agrupación terrorista Sendero Luminoso. El pasado 24 de marzo, a tan sólo dos semanas del ballotage, la mencionada organización asesinó a 16 personas e hirió a otras tres en dos cantinas del poblado San Miguel del Ene, en la provincia amazónica de Satipo, región de Junín.

El desafío pasará, entonces, por garantizar la gobernabilidad en un país que, pese a que cumplirá 200 años el próximo 28 de julio, atravesó más años en dictadura que en democracia y tiene a la inestabilidad como rasgo propio de su historia política.

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