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- La última semana, el incidente de Amy Cooper y el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de cuatro policías desataron la furia en las calles estadounidenses. A lo largo de todo el país, se realizaron protestas masivas en contra de la brutalidad policial y del racismo, un fenómeno histórico en la sociedad norteamericana.
- Según datos de la organización Mapping Police Violence, el 24% de las víctimas asesinadas por la policía en 2019 son personas de color, pese a que éstas sólo representan el 13% de la población total del país. El informe también demostró que no existe una relación directa entre la violencia policial y la tasa de crímenes violentos ocurridos en las ciudades.
- Además, un estudio realizado en 2018 por investigadores del Hospital de Massachussets y de diversas universidades del país aseguró que la violencia policial contra personas de color desarmadas afecta la salud psicológica de las comunidades afroamericanas. No ocurre lo mismo, sin embargo, cuando la víctima es blanca o se encontraba armada al momento del asesinato.
En las últimas semanas, Estados Unidos parece haber viajado en el tiempo, retrocediendo hasta 1968. Aquel año, el país lanzaba la misión Apolo 8 – la primera en orbitar la luna – mientras las calles ardían por el asesinato de Martin Luther King Jr, líder del Movimiento por los Derechos Civiles.
Como aquel entonces, el último sábado la NASA – esta vez junto a SpaceX, la compañía del multimillonario norteamericano Elon Musk – realizó el histórico lanzamiento de la nave Dragon Endeavour hacia la Estación Espacial Internacional (EEI). Al mismo tiempo, en ciudades de todo el país se produjeron protestas masivas por el asesinato de George Floyd – un afroamericano de 46 años que iba desarmado – a manos de cuatro policías en la localidad de Minneapolis, Minnesota.
A esta situación de extrema tensión social se suma la pandemia de coronavirus que, según la Universidad Johns Hopkins, ha dejado más de 103.600 muertes y 1.766.000 infectados; además de provocar los mayores niveles de desempleo desde la Gran Depresión. Sin embargo, el covid-19 no es neutral y afecta de manera desigual a la población estadounidense, siendo su impacto mucho mayor en las comunidades afroamericanas.
En definitiva, el coronavirus, la crisis económica y la brutalidad policial desembocaron en una de las semanas más agitadas de los últimos años, al tiempo en que abrieron una de las heridas más sensibles de la sociedad norteamericana: el racismo, que hunde sus raíces en las profundidades de la historia.
UN PROBLEMA HISTÓRICO

Pese a que la esclavitud fue abolida en 1865, tras el final de la guerra civil y la aprobación de la Decimotercera Enmienda constitucional, la discriminación estructural basada en el color de la piel continuó siendo una parte ineludible de la historia norteamericana.
Efectivamente, en los años posteriores al conflicto se aprobaron las denominadas leyes Jim Crow, que legalizaron la segregación racial bajo el concepto «iguales pero separados». El objetivo, según se destaca en este artículo de History, era marginar a la población afroamericana de la sociedad estadounidense, negándoles el derecho a votar, a poseer un trabajo digno o educación de calidad, entre tantos otros. Como resultado, se prohibió a los ciudadanos de color acceder o utilizar las instalaciones públicas construídas «exclusivamente para blancos», como escuelas, parques o medios de transporte.
Por aquellos años, además, nació la que luego se convertiría en una de las organizaciones más importantes del supremacismo blanco norteamericano: el Ku Klux Klan (KKK). En diciembre de 1865 en la ciudad de Pulaski, Tennessee, seis veteranos del ejército de la Confederación se reunieron para formar una especie de club social secreto con el objetivo de aterrorizar a la población afroamericana. En poco tiempo, la organización ganó simpatizantes y, en 1867, adoptó la filosofía del supremacismo blanco como parte de su credo.
Según destaca Álex Maroño, dos acontecimientos históricos marcaron un antes y un después para los ciudadanos afroamericanos: las guerras mundiales. En su artículo publicado en El Orden Mundial, Maroño sostiene que su presencia en ambos conflictos marcó un nuevo capítulo en la historia de la lucha por los derechos civiles. En 1948, el entonces presidente Truman eliminó la discriminación racial en las Fuerzas Armadas, permitiendo que soldados blancos y negros luchasen juntos.
Poco a poco, el Movimiento por los Derechos Civiles empezó a ganar fuerza. En 1954, la Corte Suprema declaró inconstitucional a la segregación racial educativa en un caso histórico: Brown vs. la Junta Nacional de Educación. El fallo permitió a ciudadanos afroamericanos enviar a sus hijos a escuelas para personas blancas e impulsó una serie de protestas y actos de rebeldía contra la segregación en los años sucesivos. En 1955, Rosa Parks, una ciudadana afroamericana de la ciudad de Montgomery (Alabama), se negó a ceder su asiento de colectivo a un ciudadano blanco, por lo cual fue arrestada. Su acción provocó un boicot a los autobuses de la ciudad, liderado por Martin Luther King Jr, que desembocó en la abolición de la segregación en todo el transporte público del estado.
Ocho años después de la protesta de Rosa Parks, ocurrió uno de los momentos más importantes para la historia de la lucha por los derechos civiles: el discurso «Tengo un Sueño», pronunciado por Martin Luther King Jr. en la Marcha de Washington de 1963. Su lucha pacífica por la igualdad de los ciudadanos afroamericanos le valió, en 1964, el Premio Nobel de la Paz.
Finalmente, en 1964 se aprobó el Acta por los Derechos Civiles, que puso fin a las centenarias leyes Jim Crow y prohibió la segregación racial en todo el territorio de los Estados Unidos. Sin embargo, la pobreza, el hostigamiento y los bajos niveles de vida continuaron afectando a gran parte de los ciudadanos afroamericanos.
Para ampliar: «La segregación racial, una tarea pendiente para Estados Unidos» (Publicado por Álex Maroño en El Orden Mundial el 22 de agosto de 2019).
SEGREGACIÓN ENCUBIERTA Y VIOLENCIA POLICIAL

A pesar de haber prohibido la segregación en 1964, Estados Unidos dista mucho de haber erradicado completamente la discriminación racial, por lo que los ciudadanos afroamericanos aún se encuentra en condiciones de profunda desigualdad respecto a sus connacionales blancos. Un claro ejemplo constituye el fenómeno que Maroño menciona como «segregación encubierta», que incluye diferencias en el trato penal, altos niveles de encarcelación y abrumadores casos de violencia policial.
Según datos de la organización Mapping Police Violence, en 2019 el 24% de las 1099 muertes ocasionadas por la policía resultaron ser de ciudadanos afroamericanos, pese a que éstos últimos representan alrededor del 13% de la población total. En su informe anual, la organización detalla que los afroamericanos son tres veces más proclives a ser asesinados por la policía en comparación con la población blanca, a pesar de que tienen 1,3 más probabilidades de estar desarmados al momento del ataque.

La organización resalta, además, que los casos de abuso policial no poseen una relación directa con la cantidad de crímenes violentos ocurridos en las ciudades norteamericanas. Buffalo, por ejemplo, posee un porcentaje de ciudadanos afroamericanos cercano al 50% y una tasa de crímenes violentos del 12 por 1000. Entre 2013 y 2016, no hubo víctimas registradas por casos de violencia policial. Orlando, por su parte, posee un 42% de población afroamericana y una tasa de delitos violentos de 9 por 1000. Entre 2013 y 2016, sin embargo, las fuerzas de seguridad locales asesinaron a 13 personas.

El informe también demuestra los niveles alarmantes de impunidad dentro de las fuerzas de seguridad estadounidense: el 99% de los policías que cometieron asesinatos entre 2013-2019 no fueron acusados.
Para ampliar: Mapa elaborado por Mapping Police Violence, actualizado el 29 de mayo de 2020.
EL IMPACTO PSICOLÓGICO

El impacto de la violencia policial en la salud de las comunidades afroamericanas no es para nada menor. En 2018, un artículo publicado en la revista médica The Lancet concluyó que, cuando agentes de policía asesinan a un afroamericano desarmado, dañan la salud mental de los ciudadanos de color. Según destaca el New York Times, no se encontraron efectos similares cuando la víctima es blanca o se encontraba armada al momento del asesinato.
Un equipo de investigadores del Hospital General de Massachussets y de las Universidades de Boston, Pennsylvania y Harvard analizó las respuestas obtenidas entre 2013 y 2016 al Sistema de vigilancia conductual de factores de riesgo, una encuesta nacional que cada año entrevista a 400.000 adultos sobre su estado de salud. Luego, combinaron las respuestas vinculadas a la salud mental con los datos de asesinatos policiales de la organización Mapping Police Violence.
Según detalla The New York Times, los autores descubrieron que, en cuanto a la percepción de su salud mental, los afroamericanos calificaron más días como «no buenos» en el período posterior al asesinato policial de una persona de color desarmada. Además, estos crímenes provocaron hasta 1,7 días adicionales de «mala salud mental» al año.
En el informe, la interpretación de los resultados fue contundente: «los asesinatos policiales de personas negras desarmados tienen efectos adversos sobre la salud mental de los adultos afroamericanos». Al respecto, Atheendar S. Venkataramani, uno de los investigadores involucrados, afirmó al New York Times: «En verdad, se trata de todas las formas insidiosas en las que el racismo estructural puede enfermar a las personas».
Para ampliar: «Police Killings Have Harmed Mental Health in Black Communities, Study Finds» (Publicado por The New York Times el 21 de junio de 2018).